“ ¿ Porqué seré tan serio?”
Guillermo García era un tipo muy serio, sin sentido del humor y nunca se reía. Cristina Finelli, su novia, era todo lo contrario; muy alegre, con un gran sentido del humor y siempre estaba riéndose.
Un sábado por la tarde andaban paseando por un parque de diversiones. Ella disfrutando todo y él aburrido como siempre. Sacan boletos para el tren fantasma, éste tenía dos coches con capacidad para diez o doce personas cada uno. Y ellos suben en el coche de atrás, en el vagoncito de cola. Arranca el tren y entra en un túnel. Los del coche de adelante asustados por algo gritan todos y cuando llegan ellos sienten en la cara el choque de unos hilos que cuelgan y Guillermo despectivamente dice: ¡ Y por esto gritan ¡ El primer coche abre otras puertas vaivén y otra vez el griterío. Cuando llegan ellos Guillermo ve un fantasma mal hecho que se aproxima a la gente cuando pasan y todo el mundo gritando y él no, no le causa gracia. La trompa del tren abre en su carrera otras puertas y ahora es un féretro que se le levanta la tapa y se incorpora un esqueleto al paso del tren. Guillermo escucha el griterío y se pregunta: ¿ porqué seré tan serio ? ¡ está bien , en la próxima grito! ¿ porqué no ? Guillermo escucha que se abren otras puertas y él cierra los ojos, hace molinetes con los brazos, levanta las piernas y grita como un loco. Cristina a su lado se asusta de él, el tren frena de golpe, él siente en la cara el fresco con vientito del aire libre; abre los ojos y se ve rodeado de gente a menos de un metro de él que estaban haciendo la cola para subir al tren. Unos se reían, otros lo miraban con lástima. Y él desapareció raudo entre la multitud.
lunes, 24 de septiembre de 2007
jueves, 13 de septiembre de 2007
“El tanguero”
Una noche, casi entrando en la madrugada, un viaje me lleva al barrio de Liniers y en una esquina cercana a Rivadavia y Gral Paz me para un típico tanguero, cantor o músico, de traje negro a rayas, pelo teñido y con voz de faso y whisky me dice.- Buen día, llevame para Av Entre Ríos al seiscientos, por autopista- Bajo por Rivadavia hasta la entrada de la misma , subo y ahí nomás las cabinas del peaje. Salgo y adelante: nadie, aprieto el acelerador y allá vamos por el carril rápido de la izquierda. A poco de andar aparece atrás un coche haciéndome luces, pidiéndome paso, tenía todos los carriles a mi derecha libre, pero bueno, me cambié de carril para dejarlo pasar- era lo legal- Lo que nadie tuvo en cuenta es que por la velocidad mi auto embolsaba atrás un torbellino de viento y cuando el coche me pasa se le levantó el capó y le tapa el parabrisa. El tipo frena, pero los frenos los tenía defectuosos porque el coche se le mandó para la derecha justo adelante nuestro. Así que en tremenda situación, que ya me parecía de choque insalvable, no sé cómo, pero volantéo para la izquierda para pasar entre el auto y el guardaraid. Creo que un pelo no pasaba entre mi paragolpe y el borde del paragolpe del otro coche. Veía cómo el guardaraid se me viene encima y esta vez doy el volantazo pero ahora hacia la derecha y se me descontrola la dirección del rodado, yéndose para la derecha y para la izquierda en forma descontrolada. Desacelero y largo el volante y el coche de a poco se va estabilizando. Bueno, pasado el susto me doy cuenta que estaba totalmente mojado por el sudor de adrenalina y escucho al pasajero que me dice: Negro, me cagué todo… lo miro y le contesto: yo también, creí que no iba a contarla. Y el tipo me dice: no entendiste, me cagué en serio, me cagué encima, ¡abrí la ventanilla.!
Bajo por la salida a la Av Entre Ríos y paro al seiscientos- me paga el viaje y cruza la avenida. Y ahí va el tanguero, con su traje negro a rayas,caminando derechito, despacio, con paso cortito y el culo apretado.
Una noche, casi entrando en la madrugada, un viaje me lleva al barrio de Liniers y en una esquina cercana a Rivadavia y Gral Paz me para un típico tanguero, cantor o músico, de traje negro a rayas, pelo teñido y con voz de faso y whisky me dice.- Buen día, llevame para Av Entre Ríos al seiscientos, por autopista- Bajo por Rivadavia hasta la entrada de la misma , subo y ahí nomás las cabinas del peaje. Salgo y adelante: nadie, aprieto el acelerador y allá vamos por el carril rápido de la izquierda. A poco de andar aparece atrás un coche haciéndome luces, pidiéndome paso, tenía todos los carriles a mi derecha libre, pero bueno, me cambié de carril para dejarlo pasar- era lo legal- Lo que nadie tuvo en cuenta es que por la velocidad mi auto embolsaba atrás un torbellino de viento y cuando el coche me pasa se le levantó el capó y le tapa el parabrisa. El tipo frena, pero los frenos los tenía defectuosos porque el coche se le mandó para la derecha justo adelante nuestro. Así que en tremenda situación, que ya me parecía de choque insalvable, no sé cómo, pero volantéo para la izquierda para pasar entre el auto y el guardaraid. Creo que un pelo no pasaba entre mi paragolpe y el borde del paragolpe del otro coche. Veía cómo el guardaraid se me viene encima y esta vez doy el volantazo pero ahora hacia la derecha y se me descontrola la dirección del rodado, yéndose para la derecha y para la izquierda en forma descontrolada. Desacelero y largo el volante y el coche de a poco se va estabilizando. Bueno, pasado el susto me doy cuenta que estaba totalmente mojado por el sudor de adrenalina y escucho al pasajero que me dice: Negro, me cagué todo… lo miro y le contesto: yo también, creí que no iba a contarla. Y el tipo me dice: no entendiste, me cagué en serio, me cagué encima, ¡abrí la ventanilla.!
Bajo por la salida a la Av Entre Ríos y paro al seiscientos- me paga el viaje y cruza la avenida. Y ahí va el tanguero, con su traje negro a rayas,caminando derechito, despacio, con paso cortito y el culo apretado.
“Amparo y su mamá”
Eran compañeros de trabajo en una Química muy importante. Ella, Amparo, secretaria en el Directorio. El, Nicolás, asistente del ingeniero de Mantenimiento. Se conocieron en el comedor de la fábrica, compartían la mesa con un grupo de programadores del Centro de Cómputos. Desde un principio Amparo (50) y Nicolás (32) buscaban estar juntos para charlar y así de a poco, día a día, Nicolás iba conociendo
La vida de Amparo. Ella era el fruto de un amor prohibido. Con su primera manifestación de vida: engrosó la fina cintura de su mamá, provocando así la huida del
pueblo de sus padres, la mamá, una hermosa adolescente, perteneciente a una encumbrada familia y su papá, un joven sacerdote de la única parroquia del lugar. Su primer viaje: Ella aún dentro de su madre, de España a un país sudamericano. Conoció la luz y las caras de sus padres en Buenos Aires. Luego con el tiempo, llegaron tres hermanos, pero ella era la elegida. Sí , la madre la eligió, por ser la más capaz y la más dócil , para compañía y sostén en su vejez.
Amparo andaba por sus veinte años, cuando el padre, sin aviso previo los deja a todos por muerte súbita. Los hermanos se van casando y ella, la mayor, sin concretar.
Cada vez que se acercaba un pretendiente o noviecito, la madre siempre alerta le hechaba flit. (flit: insecticida para espantar mosquitos). Un día decide no llevar mas enamorados a su casa. Toda su energía la dedica al cuidado de su madre, que estaba enferma y sin dejar su trabajo Amparo se las arregla para llevarla y traerla , de aquí para allá, que al médico, que hacer las compras, que hacer las visitas, que atenderla de noche. Su dedicación fue total.
Su madre se fue atrás del marido hace siete años. Amparo desde hace siete años con tratamiento siquiátrico. Amparo desde hace siete años con pastillas para poder dormir. Las compañeras de trabajo desde hace siete años haciendo la misma apuesta: unas, que el lunes Amparo viene, otras que nó porque se suicida el domingo. Amparo desde hace siete años, todos los días habla de su mamá. –como ella no había otra. –lo buena que era.-cuanto se querían. Y ese era el discurso que Nicolás escuchaba día a día.
Una mañana Amparo entra en la oficina de Nicolás y comienza con su discurso conocido y él en un ataque de sinceridad le dice: ¡Basta Amparo¡- ¡no mientas más¡- Yo no te creo y lo mejor que podrías hacer es poner a esa vieja crápula que tenías por madre en su lugar. Si no lo hiciste en vida de ella, hacelo ahora, estás a tiempo todavía, hacelo por tu vida. Gritá, decile de una vez por todas lo que se merece. Se hizo un silencio y de pronto Amparo cerró los puños y con los ojos cerrados empezó: ¡mamá¡ ¡mamá, que hiciste¡, ¡me cagastes la vida¡, ¡fuistes perversa, egoísta ¡ ¡sacrificastes mi felicidad, mi destino, mi amor para que te atienda¡ ¡me llenastes de culpas¡ ¡alejastes a todos mis novios para que no me fuera de tu lado¡. Ésta es la traducción culta o de salon, como quieran llamarla, de las maldiciones que emitía Amparo. Las verdaderas frases eran mas bien propias de hinchas– barra- brava . o de tumberos.
Nicolás queda paralizado, sin saber que hacer para calmarla y de pronto con una cachetada la calla y Amparo comienza a llorar, a llorar y a llorar, se va a la casa y no vuelve al trabajo hasta después de diez días. No va más al comedor, no habla con nadie. Sus compañeras nada saben de lo que le pasa y Nicolás, asustado tiene mas preguntas que repuestas.
Pasa el tiempo, y una tarde Nicolás la encuentra en la calle. Habian pasado unos cuatro o cinco años de aquella experiencia y ahora Amparo lucía más vital, más linda, sonreía y lo abraza: ¡que alegría¡. ¡que felíz encuentro¡. –Te acordás Nico del ataque que tuve ese día en tu oficina.
- Sí, me acuerdo.
- Ese día nací de nuevo. No volví a ver al siquiatra. No volví a tomar pastilla para dormir. Cambié de trabajo. Redecoré mi casa. Y tengo amante. ¡ Soy felíz¡.
Eran compañeros de trabajo en una Química muy importante. Ella, Amparo, secretaria en el Directorio. El, Nicolás, asistente del ingeniero de Mantenimiento. Se conocieron en el comedor de la fábrica, compartían la mesa con un grupo de programadores del Centro de Cómputos. Desde un principio Amparo (50) y Nicolás (32) buscaban estar juntos para charlar y así de a poco, día a día, Nicolás iba conociendo
La vida de Amparo. Ella era el fruto de un amor prohibido. Con su primera manifestación de vida: engrosó la fina cintura de su mamá, provocando así la huida del
pueblo de sus padres, la mamá, una hermosa adolescente, perteneciente a una encumbrada familia y su papá, un joven sacerdote de la única parroquia del lugar. Su primer viaje: Ella aún dentro de su madre, de España a un país sudamericano. Conoció la luz y las caras de sus padres en Buenos Aires. Luego con el tiempo, llegaron tres hermanos, pero ella era la elegida. Sí , la madre la eligió, por ser la más capaz y la más dócil , para compañía y sostén en su vejez.
Amparo andaba por sus veinte años, cuando el padre, sin aviso previo los deja a todos por muerte súbita. Los hermanos se van casando y ella, la mayor, sin concretar.
Cada vez que se acercaba un pretendiente o noviecito, la madre siempre alerta le hechaba flit. (flit: insecticida para espantar mosquitos). Un día decide no llevar mas enamorados a su casa. Toda su energía la dedica al cuidado de su madre, que estaba enferma y sin dejar su trabajo Amparo se las arregla para llevarla y traerla , de aquí para allá, que al médico, que hacer las compras, que hacer las visitas, que atenderla de noche. Su dedicación fue total.
Su madre se fue atrás del marido hace siete años. Amparo desde hace siete años con tratamiento siquiátrico. Amparo desde hace siete años con pastillas para poder dormir. Las compañeras de trabajo desde hace siete años haciendo la misma apuesta: unas, que el lunes Amparo viene, otras que nó porque se suicida el domingo. Amparo desde hace siete años, todos los días habla de su mamá. –como ella no había otra. –lo buena que era.-cuanto se querían. Y ese era el discurso que Nicolás escuchaba día a día.
Una mañana Amparo entra en la oficina de Nicolás y comienza con su discurso conocido y él en un ataque de sinceridad le dice: ¡Basta Amparo¡- ¡no mientas más¡- Yo no te creo y lo mejor que podrías hacer es poner a esa vieja crápula que tenías por madre en su lugar. Si no lo hiciste en vida de ella, hacelo ahora, estás a tiempo todavía, hacelo por tu vida. Gritá, decile de una vez por todas lo que se merece. Se hizo un silencio y de pronto Amparo cerró los puños y con los ojos cerrados empezó: ¡mamá¡ ¡mamá, que hiciste¡, ¡me cagastes la vida¡, ¡fuistes perversa, egoísta ¡ ¡sacrificastes mi felicidad, mi destino, mi amor para que te atienda¡ ¡me llenastes de culpas¡ ¡alejastes a todos mis novios para que no me fuera de tu lado¡. Ésta es la traducción culta o de salon, como quieran llamarla, de las maldiciones que emitía Amparo. Las verdaderas frases eran mas bien propias de hinchas– barra- brava . o de tumberos.
Nicolás queda paralizado, sin saber que hacer para calmarla y de pronto con una cachetada la calla y Amparo comienza a llorar, a llorar y a llorar, se va a la casa y no vuelve al trabajo hasta después de diez días. No va más al comedor, no habla con nadie. Sus compañeras nada saben de lo que le pasa y Nicolás, asustado tiene mas preguntas que repuestas.
Pasa el tiempo, y una tarde Nicolás la encuentra en la calle. Habian pasado unos cuatro o cinco años de aquella experiencia y ahora Amparo lucía más vital, más linda, sonreía y lo abraza: ¡que alegría¡. ¡que felíz encuentro¡. –Te acordás Nico del ataque que tuve ese día en tu oficina.
- Sí, me acuerdo.
- Ese día nací de nuevo. No volví a ver al siquiatra. No volví a tomar pastilla para dormir. Cambié de trabajo. Redecoré mi casa. Y tengo amante. ¡ Soy felíz¡.
viernes, 31 de agosto de 2007
“Pequeños momentos”
¿Puede una persona desprenderse de sí misma, salir de algun modo de su cuerpo y observarse desde un punto exterior cualquiera, puede verse cuando sale de su casa para ir a sus ocupaciones de cada día, o ver con total claridad su propio estado de ánimo, conocer desde ese punto de observación cuales son sus pensamientos, ver como sufre y reconocer cuales son los motivos de sus preocupaciones ?. No solo esto, sino que en el pequeño intervalo de un instante ver ante sí sucesos anteriores, muy antiguos de su vida y poder detenerse a voluntad en distintos momentos, digamos cinco años atrás y ver con total claridad como si se estuviera viviendo ahora las circunstancias que lo rodeaban y en una rápida mirada poder revivir hasta los hechos mas lejanos de su niñez, con todas las angustias y pequeñas alegrías de esos días. ¿ Podrá una persona ver ante sí toda su vida pasada ?. Yo no lo podría afirmar, pero sin embargo sé que fue exactamente esto y no otra cosa lo sucedido aquella noche a Pablo Castro.
Comenzó esta extraña, insólita e imprevista experiencia mientras dormía, o tal vez mientras intentaba dormir, porque se había refugiado en la cama no por sueño o cansancio sino para poner distancia entre él y sus preocupaciones, para alejarse de los problemas y de todos los conflictos que en ese momento no podía solucionar. Y no eran sus problemas algo extraordinario, fuera de lo común, no, para nada, eran todas situaciones por las que tiene que pasar cualquiera en cualquier momento de su vida: se sentía insastifecho con el trabajo que tenia, frustrado por más de alguna situación no resuelta, soportar la rutina obligada de cada día, la falta de dinero, el querer viajar y no poder, uno que otro achaque de salud, propios de la edad, la desaparición de algunos seres queridos, el querer tener alguna cosa y no poder comprarlas y tantas otras preocupaciones cotidianas. Pablo Castro no era felíz. No tenía capacidad para disfrutar de la vida, no sabia como enfrentar los problemas, así que mientras se daba vueltas de un lado y del otro dentro de su cama, de pronto tuvo la sensación que se estaba mirando a sí mismo desde cierta distancia, se reconoció acostado, iluminado por la luz del velador y luego de mirarse por un rato siguió elevándose, traspasó la pared de su dormitorio y se encontró afuera viendo desde arriba su casa ahora iluminada por la luna y siguió subiendo hasta quedar en la parte mas alta del pino del jardín . Allí estuvo mirando todo totalmente tranquilo, la luz de la luna, su casa, las plantas del jardín…y en un quiebre del tiempo , retrocedió hasta verse salir de la casa y le costó reconocerse caminando con el cuerpo cansado y la mirada fija, sin vitalidad, triste. Fue ahí, desde ese pino y desde ese momento
que comenzó a revivir momentos pasados; primero se concentró en las preocupaciones que tenía cinco años atrás y vió con asombro que todo se había solucionado con el correr del tiempo y tuvo por vez primera conciencia que los conflictos presentes se iban a solucionar tambien. Y de la misma manera mirando mas atrás en el tiempo, siempre todo pasaba y nada era para siempre. Así fue como se avergonzó de no haber disfrutado como es debido pequeños momentos que por ser tan familiares o simples nunca le dió importancia y ahora no hay manera que vuelvan a repetirse. Ahí estaba almorzando con su madre, quizo gritar, pero era inútil, miró sus manos que tanta veces lo habían acariciado y recordó sus besos que eran un besar y un oler y le pareció escucharla cuando decía: conozco el olor de cada uno de mis hijos. ¡ Caramba, ella sí que sabía vivir!. Vió a su abuelo que andaba por las casas de los familiares y amigos reuniendo siempre a su alrededor a la gente, haciendo asados y ruedas de mate, hablando con todos , hasta con los mas chiquitos, a todos escuchaba, a todos alentaba, siempre tenía un chiste, alegrando vidas, dando amor. Y con gran tristeza se vió muy distinto a su querido abuelo. Así fue recorriendo su vida , como viéndola en una película . No voy a relatar todo, no tiene mucho sentido; lo que si voy a contar es que después de esta experiencia Pablo Castro decidió cambiar de vida. Vio que los días son tan valiosos que no tienen precio. Vivir es sencillo, se decía; es amar, es ser felíz, es ser amable, respetar y ayudar al otro. Quizo volver en sí mismo,…..sintió un gran peso sobre su pecho, fuertes tenazas le impidieron respirar. Se sintió un pecador porque nunca fue feliz…….conoció la vida en su último minuto, había estado siempre a su lado y nunca la reconoció.
¿Puede una persona desprenderse de sí misma, salir de algun modo de su cuerpo y observarse desde un punto exterior cualquiera, puede verse cuando sale de su casa para ir a sus ocupaciones de cada día, o ver con total claridad su propio estado de ánimo, conocer desde ese punto de observación cuales son sus pensamientos, ver como sufre y reconocer cuales son los motivos de sus preocupaciones ?. No solo esto, sino que en el pequeño intervalo de un instante ver ante sí sucesos anteriores, muy antiguos de su vida y poder detenerse a voluntad en distintos momentos, digamos cinco años atrás y ver con total claridad como si se estuviera viviendo ahora las circunstancias que lo rodeaban y en una rápida mirada poder revivir hasta los hechos mas lejanos de su niñez, con todas las angustias y pequeñas alegrías de esos días. ¿ Podrá una persona ver ante sí toda su vida pasada ?. Yo no lo podría afirmar, pero sin embargo sé que fue exactamente esto y no otra cosa lo sucedido aquella noche a Pablo Castro.
Comenzó esta extraña, insólita e imprevista experiencia mientras dormía, o tal vez mientras intentaba dormir, porque se había refugiado en la cama no por sueño o cansancio sino para poner distancia entre él y sus preocupaciones, para alejarse de los problemas y de todos los conflictos que en ese momento no podía solucionar. Y no eran sus problemas algo extraordinario, fuera de lo común, no, para nada, eran todas situaciones por las que tiene que pasar cualquiera en cualquier momento de su vida: se sentía insastifecho con el trabajo que tenia, frustrado por más de alguna situación no resuelta, soportar la rutina obligada de cada día, la falta de dinero, el querer viajar y no poder, uno que otro achaque de salud, propios de la edad, la desaparición de algunos seres queridos, el querer tener alguna cosa y no poder comprarlas y tantas otras preocupaciones cotidianas. Pablo Castro no era felíz. No tenía capacidad para disfrutar de la vida, no sabia como enfrentar los problemas, así que mientras se daba vueltas de un lado y del otro dentro de su cama, de pronto tuvo la sensación que se estaba mirando a sí mismo desde cierta distancia, se reconoció acostado, iluminado por la luz del velador y luego de mirarse por un rato siguió elevándose, traspasó la pared de su dormitorio y se encontró afuera viendo desde arriba su casa ahora iluminada por la luna y siguió subiendo hasta quedar en la parte mas alta del pino del jardín . Allí estuvo mirando todo totalmente tranquilo, la luz de la luna, su casa, las plantas del jardín…y en un quiebre del tiempo , retrocedió hasta verse salir de la casa y le costó reconocerse caminando con el cuerpo cansado y la mirada fija, sin vitalidad, triste. Fue ahí, desde ese pino y desde ese momento
que comenzó a revivir momentos pasados; primero se concentró en las preocupaciones que tenía cinco años atrás y vió con asombro que todo se había solucionado con el correr del tiempo y tuvo por vez primera conciencia que los conflictos presentes se iban a solucionar tambien. Y de la misma manera mirando mas atrás en el tiempo, siempre todo pasaba y nada era para siempre. Así fue como se avergonzó de no haber disfrutado como es debido pequeños momentos que por ser tan familiares o simples nunca le dió importancia y ahora no hay manera que vuelvan a repetirse. Ahí estaba almorzando con su madre, quizo gritar, pero era inútil, miró sus manos que tanta veces lo habían acariciado y recordó sus besos que eran un besar y un oler y le pareció escucharla cuando decía: conozco el olor de cada uno de mis hijos. ¡ Caramba, ella sí que sabía vivir!. Vió a su abuelo que andaba por las casas de los familiares y amigos reuniendo siempre a su alrededor a la gente, haciendo asados y ruedas de mate, hablando con todos , hasta con los mas chiquitos, a todos escuchaba, a todos alentaba, siempre tenía un chiste, alegrando vidas, dando amor. Y con gran tristeza se vió muy distinto a su querido abuelo. Así fue recorriendo su vida , como viéndola en una película . No voy a relatar todo, no tiene mucho sentido; lo que si voy a contar es que después de esta experiencia Pablo Castro decidió cambiar de vida. Vio que los días son tan valiosos que no tienen precio. Vivir es sencillo, se decía; es amar, es ser felíz, es ser amable, respetar y ayudar al otro. Quizo volver en sí mismo,…..sintió un gran peso sobre su pecho, fuertes tenazas le impidieron respirar. Se sintió un pecador porque nunca fue feliz…….conoció la vida en su último minuto, había estado siempre a su lado y nunca la reconoció.
Mala sangre”
Eran diez cama, cinco contra cinco a lo largo de la sala, al fondo un inmenso balcón terraza daba al parque del hospital y dejaba entrar la luz del sol todo el día.
Era la sala de terapia intermedia de la unidad coronaria, los ochos internados ó habían salido de terapia intensiva ó se estaban preparando para el quirófano ó volvían de él, era un lugar de paso. A Oscar Pérez el infarto casi lo mata pero estaba ahí, recuperándose, y miraba a los demás con curiosidad, quería saber de ellos y charlando con uno y otro en dos tres días se forma una idea de cómo eran: Estaba el maratonista bien cuidado y el bolichero con una buzarda cervecera de veinte litros. El mas joven de cuarenta años y el abuelo de ochenta y cuatro. El miedoso que esperaba su turno para el quirófano y Oscar que no tenía miedo a nada , solo curiosidad de saber por donde pasan las cosas. El que fumó desde chico y el que no fumó nunca. Y ¿ porqué , si eran tan distintos coincidían en un accidente coronario. Más que intrigado, siguió averiguando vida y obra de cada uno y a la noche, después de la cena arriesgó una teoría. A ver ustedes ¿saben por que estamos acá. Se miraron y nadie dijo nada, entonces Oscar dice…” Porque nosotros éramos ¡ese! “, las madres de las chicas les decían… “Que no te vea con ¡ese!”… “Que no me entere que saliste con ¡ese! , ¡ese! que fuma en el recreo del cole…¡ese! que se cree el dueño de la vereda …¡ese! no me inspira confianza.. ¡ese! con carita de ángel, pero es ¡uno!... Y todos se reían porque era cierto, todos se reconocían en algo pero Oscar no estaba sastifecho, tenia que seguir averiguando y la liebre saltó cuando hablando con el maratonista, éste le cuenta de un hijo adolescente que le sacaba el auto de noche y a veces lo dejaba sin nafta. Y cuando lo comentaba con la esposa , ésta lo tapaba , lo había malcriado toda la vida y él se hacia mala sangre y cuando escuchó mala sangre Oscar se reconoció, él también se había hecho mala sangre. Y habló con los demás y a todos les hizo la misma pregunta ¿ y vos porqué te hiciste mala sangre? El bolichero porque recibía intimidación para que se ponga al día con el pago de los impuestos bajo amenaza de cierre. El abuelo porque los hijos le pedían que venda la casa para repartirse la plata. El de cuarenta años que era médico porque la ex mujer le prohibía ver a su hija de diez años, que era lo que más quería en la vida, y así todos se habían hecho mala sangre por algo y ahora sí Oscar sabía porqué estaban ahí. Y ud. ¿de qué se hace mala sangre?
Eran diez cama, cinco contra cinco a lo largo de la sala, al fondo un inmenso balcón terraza daba al parque del hospital y dejaba entrar la luz del sol todo el día.
Era la sala de terapia intermedia de la unidad coronaria, los ochos internados ó habían salido de terapia intensiva ó se estaban preparando para el quirófano ó volvían de él, era un lugar de paso. A Oscar Pérez el infarto casi lo mata pero estaba ahí, recuperándose, y miraba a los demás con curiosidad, quería saber de ellos y charlando con uno y otro en dos tres días se forma una idea de cómo eran: Estaba el maratonista bien cuidado y el bolichero con una buzarda cervecera de veinte litros. El mas joven de cuarenta años y el abuelo de ochenta y cuatro. El miedoso que esperaba su turno para el quirófano y Oscar que no tenía miedo a nada , solo curiosidad de saber por donde pasan las cosas. El que fumó desde chico y el que no fumó nunca. Y ¿ porqué , si eran tan distintos coincidían en un accidente coronario. Más que intrigado, siguió averiguando vida y obra de cada uno y a la noche, después de la cena arriesgó una teoría. A ver ustedes ¿saben por que estamos acá. Se miraron y nadie dijo nada, entonces Oscar dice…” Porque nosotros éramos ¡ese! “, las madres de las chicas les decían… “Que no te vea con ¡ese!”… “Que no me entere que saliste con ¡ese! , ¡ese! que fuma en el recreo del cole…¡ese! que se cree el dueño de la vereda …¡ese! no me inspira confianza.. ¡ese! con carita de ángel, pero es ¡uno!... Y todos se reían porque era cierto, todos se reconocían en algo pero Oscar no estaba sastifecho, tenia que seguir averiguando y la liebre saltó cuando hablando con el maratonista, éste le cuenta de un hijo adolescente que le sacaba el auto de noche y a veces lo dejaba sin nafta. Y cuando lo comentaba con la esposa , ésta lo tapaba , lo había malcriado toda la vida y él se hacia mala sangre y cuando escuchó mala sangre Oscar se reconoció, él también se había hecho mala sangre. Y habló con los demás y a todos les hizo la misma pregunta ¿ y vos porqué te hiciste mala sangre? El bolichero porque recibía intimidación para que se ponga al día con el pago de los impuestos bajo amenaza de cierre. El abuelo porque los hijos le pedían que venda la casa para repartirse la plata. El de cuarenta años que era médico porque la ex mujer le prohibía ver a su hija de diez años, que era lo que más quería en la vida, y así todos se habían hecho mala sangre por algo y ahora sí Oscar sabía porqué estaban ahí. Y ud. ¿de qué se hace mala sangre?
"Muñeca rota"
Virginia ha salido del colegio y ahora está en la esquina esperando
el colectivo que la lleva a su casa. Ronda los doce años, es menuda
para su edad. Sus ojos brillantes, negros y grandes tienen una mirada
triste y melancólica. A su lado una mujer la observa y de pronto como
habiendo juntado coraje, le hace a Virginia un par de preguntas tontas,
como de ocasión: Si el 63 va para Flores... Si tiene hora... Virginia
quiere contestar, pero en ese instante se detiene ante ella el auto de
Fernando, el amigo de su papá, que le dice: !Virginia¡ !Vení, vení¡
! Vamos nena¡ que te llevo a tu casa. Ya en su cuarto, ocupada en
sus cosas algo dentro de sí la incita a prestar atención a la
conversación de los hombres reunidos en el patio y distingue con
claridad la voz de Fernando que en tono de reproche le dice
a su padre: ! Tené cuidado ¡ Carmen estaba en la parada hablando con la
nena ! Tené cuidado ¡
Virginia ahora con veinticuatro años, tiene en sus manos lo único
que la une a su madre, una muñeca de porcelana que el restaurador, Don
Graciano, le acaba de arreglar. Virginia mira conmovida esa muñeca
ahora sana y la acaricia tal como alguna vez su madre la habia acariciado
y mirado. Despues de un largo silencio Virginia dice: ! Sabe, yo no conocí
a mamá , mi padre nunca quiso que la conociera....., pero una vez, ella
me habló...yo estaba en la parada de un colectivo ...Don Graciano le pre-
gunta ¿Y cómo era? . Virginia con voz apagada le contesta ! Sabe que
no la miré ¡ No sé.
Virginia ha salido del colegio y ahora está en la esquina esperando
el colectivo que la lleva a su casa. Ronda los doce años, es menuda
para su edad. Sus ojos brillantes, negros y grandes tienen una mirada
triste y melancólica. A su lado una mujer la observa y de pronto como
habiendo juntado coraje, le hace a Virginia un par de preguntas tontas,
como de ocasión: Si el 63 va para Flores... Si tiene hora... Virginia
quiere contestar, pero en ese instante se detiene ante ella el auto de
Fernando, el amigo de su papá, que le dice: !Virginia¡ !Vení, vení¡
! Vamos nena¡ que te llevo a tu casa. Ya en su cuarto, ocupada en
sus cosas algo dentro de sí la incita a prestar atención a la
conversación de los hombres reunidos en el patio y distingue con
claridad la voz de Fernando que en tono de reproche le dice
a su padre: ! Tené cuidado ¡ Carmen estaba en la parada hablando con la
nena ! Tené cuidado ¡
Virginia ahora con veinticuatro años, tiene en sus manos lo único
que la une a su madre, una muñeca de porcelana que el restaurador, Don
Graciano, le acaba de arreglar. Virginia mira conmovida esa muñeca
ahora sana y la acaricia tal como alguna vez su madre la habia acariciado
y mirado. Despues de un largo silencio Virginia dice: ! Sabe, yo no conocí
a mamá , mi padre nunca quiso que la conociera....., pero una vez, ella
me habló...yo estaba en la parada de un colectivo ...Don Graciano le pre-
gunta ¿Y cómo era? . Virginia con voz apagada le contesta ! Sabe que
no la miré ¡ No sé.
Cinco millones…..
Siete de julio de mil novecientos ochenta y seis.-
Había llegado, por fin, el gran día para Osvaldo. Mientras
tomaba el café, antes de salir, recordaba emocionado el
despertar de su vocación al comienzo del secundario y
cómo desde esa época se había esforzado en capacitarse
para ejercer esta profesión. Estudió con dedicación, asistió
a conferencias, cursó carreras especializadas, leyó artículos,
notas, comentarios, críticas, chismes y editoriales de todos
los diarios. Reconocía a los periodistas por sus escritos y por
los temas que trataban, sabía de las tendencias ideológicas y
políticas, no sólo de diarios y revistas, sino que había apren-
dido a conocer intenciones, complicidades y luchas que estaban
ocultas a otros ojos menos entrenados..
El periodismo era su mundo y hoy su primer día de trabajo.
La mirada de Osvaldo recorrió el material acumulado sobre
el gran escritorio del jefe de redacción; en el suplemento domi-
nical del diario iban a tratar el tema de la niñez y ahí estaban
las opiniones y los proyectos, las observaciones y los consejos
de los grandes digitadores del poder. Las sesudas reflexiones
de los especialistas y entendidos: educadores, pediatras, sicó-
logos, sociólogos, escritores, animadores de programas infan-
tiles, funcionarios, políticos, autoridades de la iglesia, planifi-
cadores, secretarios, subsecretarios y secretarios de los secre-
tarios del ministerio de educación infantil.
¡Sólo me falta la opinión de los productores de la materia
Prima!.... ¡Quiero la opinión de los padres! El Jefe lo despidió
Con un seco, ¡eso es todo! Y Osvaldo salió a la calle acompa-
ñado de José Luís, el fotógrafo.
Antes de que volvieran a la redacción los encontré de casua-
Lidad en un café de Constitución. El trabajo ya estaba hecho.
Los entrevistados habían dicho lo suyo. Osvaldo demostrando
una gran capacidad para transportarse al futuro, entusiasmado
por tantas repuestas bien intencionadas, me hablaba del amor
maternal y paternal como fuente de una felicidad asegurada.
Jose Luis, callado, veía a través de la ventana los chicos que en
la calle vendían golosinas, lustraban zapatos, abrían puertas de
taxis, y me imaginé que adivinaba en los bolsillos de esos sucios
y rotos pantaloncitos el horror de bolsitas con pegamentos. Los
deje, a uno con la imposibilidad de fotografiar el futuro, y al otro
transportado a un porvenir que no le permitía ver lo precario del
presente.
Mas tarde Osvaldo, ya en su casa, sentado ante la mesa, dis-
puesto a cenar, está mirando televisión; el locutor anuncia: Hoy
en algun lugar del planeta nació o está por nacer el habitante un-
mero cinco mil millones,….propagandas,….policiales: Fue apre-
sado, a punto de tomar un tren que lo llevaría a otra provincia, al
autor de incalificable delito; mató a golpes a su hijito, bebe de cuna,
molesto por los llantos de la criatura que no le permitían ver con
tranquilidad el partido de fútbol. Se supone que estaba alcoholizado
Lo insólito del hecho es que en el momento de partir estaba acompa-
ñado de su mujer. En su poder se hallaron dos pasajes. Muestran al
chacal y Osvaldo horrorizado salta de la silla, no lo puede creer, re-
conoce al asesino como uno de los entrevistados por él durante la
mañana. Se aleja de la mesa, apaga el aparato, está abatido, con-
fundido, frustrado, impotente, da vueltas, camina, vuelve, va, fi-
nalmente se tira en la cama; toma un libro y lee: “Somos el producto
de cinco mil millones de años de evolución lenta, fortuita, y no hay
razón para pensar que se halla detenido tal proceso…..el desarrollo de
la inteligencia humana…..el avance de la ciencia…..la tecnología…..
energía alternativas…..el acido nucleico…..la era espacial…..
.
Siete de julio de mil novecientos ochenta y seis.-
Había llegado, por fin, el gran día para Osvaldo. Mientras
tomaba el café, antes de salir, recordaba emocionado el
despertar de su vocación al comienzo del secundario y
cómo desde esa época se había esforzado en capacitarse
para ejercer esta profesión. Estudió con dedicación, asistió
a conferencias, cursó carreras especializadas, leyó artículos,
notas, comentarios, críticas, chismes y editoriales de todos
los diarios. Reconocía a los periodistas por sus escritos y por
los temas que trataban, sabía de las tendencias ideológicas y
políticas, no sólo de diarios y revistas, sino que había apren-
dido a conocer intenciones, complicidades y luchas que estaban
ocultas a otros ojos menos entrenados..
El periodismo era su mundo y hoy su primer día de trabajo.
La mirada de Osvaldo recorrió el material acumulado sobre
el gran escritorio del jefe de redacción; en el suplemento domi-
nical del diario iban a tratar el tema de la niñez y ahí estaban
las opiniones y los proyectos, las observaciones y los consejos
de los grandes digitadores del poder. Las sesudas reflexiones
de los especialistas y entendidos: educadores, pediatras, sicó-
logos, sociólogos, escritores, animadores de programas infan-
tiles, funcionarios, políticos, autoridades de la iglesia, planifi-
cadores, secretarios, subsecretarios y secretarios de los secre-
tarios del ministerio de educación infantil.
¡Sólo me falta la opinión de los productores de la materia
Prima!.... ¡Quiero la opinión de los padres! El Jefe lo despidió
Con un seco, ¡eso es todo! Y Osvaldo salió a la calle acompa-
ñado de José Luís, el fotógrafo.
Antes de que volvieran a la redacción los encontré de casua-
Lidad en un café de Constitución. El trabajo ya estaba hecho.
Los entrevistados habían dicho lo suyo. Osvaldo demostrando
una gran capacidad para transportarse al futuro, entusiasmado
por tantas repuestas bien intencionadas, me hablaba del amor
maternal y paternal como fuente de una felicidad asegurada.
Jose Luis, callado, veía a través de la ventana los chicos que en
la calle vendían golosinas, lustraban zapatos, abrían puertas de
taxis, y me imaginé que adivinaba en los bolsillos de esos sucios
y rotos pantaloncitos el horror de bolsitas con pegamentos. Los
deje, a uno con la imposibilidad de fotografiar el futuro, y al otro
transportado a un porvenir que no le permitía ver lo precario del
presente.
Mas tarde Osvaldo, ya en su casa, sentado ante la mesa, dis-
puesto a cenar, está mirando televisión; el locutor anuncia: Hoy
en algun lugar del planeta nació o está por nacer el habitante un-
mero cinco mil millones,….propagandas,….policiales: Fue apre-
sado, a punto de tomar un tren que lo llevaría a otra provincia, al
autor de incalificable delito; mató a golpes a su hijito, bebe de cuna,
molesto por los llantos de la criatura que no le permitían ver con
tranquilidad el partido de fútbol. Se supone que estaba alcoholizado
Lo insólito del hecho es que en el momento de partir estaba acompa-
ñado de su mujer. En su poder se hallaron dos pasajes. Muestran al
chacal y Osvaldo horrorizado salta de la silla, no lo puede creer, re-
conoce al asesino como uno de los entrevistados por él durante la
mañana. Se aleja de la mesa, apaga el aparato, está abatido, con-
fundido, frustrado, impotente, da vueltas, camina, vuelve, va, fi-
nalmente se tira en la cama; toma un libro y lee: “Somos el producto
de cinco mil millones de años de evolución lenta, fortuita, y no hay
razón para pensar que se halla detenido tal proceso…..el desarrollo de
la inteligencia humana…..el avance de la ciencia…..la tecnología…..
energía alternativas…..el acido nucleico…..la era espacial…..
.
Plaza Flores – Plaza Miserere – Plaza Flores
Era un sábado con muy buen tiempo, con el cielo despejado
y el aire casi puro por el escaso tránsito de esa tarde. Andaba por la calle Ramón Falcón a la altura de la plaza Flores, cuando de pronto escucho atrás del coche un grito :
¡ eh, taxi! Y no alcancé a ver quien llamaba cuando me abren la puerta de atrás y entra una mujer joven a los empujones que le daba un tipo de unos treinta años, que me
dice: ¡ a plaza Miserere ¡. Busco cruzar el paso a nivel del Sarmiento y al llegar a la av Avellaneda enfilo para el centro para llegar cuanto antes porque la cosa se estaba poniendo fulera. El hombre le pegaba, la insultaba y le recriminaba: ¡ que era una inútil ¡, ¡ que la hora que era, y ella sólo con treinta pesos ¡, ¡ que se creía! ¡ te voy a matar antes que el sida me mate! ¡ que era la peor!. Y ella lloraba, gritaba y en eso decía ¡ guardá eso, mira si se te escapa un tiro! ¡me querés matar. Por primera vez me doy vuelta para mirar justo cuando el tipejo le pega en la cabeza con la culata del bufoso. ¡ahora sí se pudrío todo , pensaba yo, falta que me afane y cartón lleno. La mina me pide que pare porque estaba lastimada y yo le digo: ¡nena, ni en pedo, el dijo a plaza Miserere y allá vamos ¡ Yo no tenía duda de quién tenía el mando. Llego a destino, se bajan y el tipo se vuelve y me dá treinta pesos por la ventanilla, preparo el vuelto y me dice: está bien jefe. ¡Puf ¡ respiro hondo, me tranquilizo y dando vuelta la plaza , bajo por Rivadavia , ahí nomás, del templo del pastor Jiménez me para una familia. Van subiendo al coche y todos saludan muy educadamente. El hombre de traje, camisa y corbata, el nene con trajecito, camisa y corbatita. La señora y la nena vestidas iguales. Todos bañados, limpitos y perfumados. El hombre me dice: vió que dejamos pasar el coche que va adelante y tomamos el suyo. No, le contesto. El coche de adelante estaba sucio, y éste está limpio, brilla y huele bien, es agradable viajar en un coche limpio, habla bien del conductor, del respeto a los demás, del amor al prójimo. Sr, le digo: no me dijo a donde van: ¡ah, perdón! A la calle Ramón Falcón, frente a la plaza Flores
Era un sábado con muy buen tiempo, con el cielo despejado
y el aire casi puro por el escaso tránsito de esa tarde. Andaba por la calle Ramón Falcón a la altura de la plaza Flores, cuando de pronto escucho atrás del coche un grito :
¡ eh, taxi! Y no alcancé a ver quien llamaba cuando me abren la puerta de atrás y entra una mujer joven a los empujones que le daba un tipo de unos treinta años, que me
dice: ¡ a plaza Miserere ¡. Busco cruzar el paso a nivel del Sarmiento y al llegar a la av Avellaneda enfilo para el centro para llegar cuanto antes porque la cosa se estaba poniendo fulera. El hombre le pegaba, la insultaba y le recriminaba: ¡ que era una inútil ¡, ¡ que la hora que era, y ella sólo con treinta pesos ¡, ¡ que se creía! ¡ te voy a matar antes que el sida me mate! ¡ que era la peor!. Y ella lloraba, gritaba y en eso decía ¡ guardá eso, mira si se te escapa un tiro! ¡me querés matar. Por primera vez me doy vuelta para mirar justo cuando el tipejo le pega en la cabeza con la culata del bufoso. ¡ahora sí se pudrío todo , pensaba yo, falta que me afane y cartón lleno. La mina me pide que pare porque estaba lastimada y yo le digo: ¡nena, ni en pedo, el dijo a plaza Miserere y allá vamos ¡ Yo no tenía duda de quién tenía el mando. Llego a destino, se bajan y el tipo se vuelve y me dá treinta pesos por la ventanilla, preparo el vuelto y me dice: está bien jefe. ¡Puf ¡ respiro hondo, me tranquilizo y dando vuelta la plaza , bajo por Rivadavia , ahí nomás, del templo del pastor Jiménez me para una familia. Van subiendo al coche y todos saludan muy educadamente. El hombre de traje, camisa y corbata, el nene con trajecito, camisa y corbatita. La señora y la nena vestidas iguales. Todos bañados, limpitos y perfumados. El hombre me dice: vió que dejamos pasar el coche que va adelante y tomamos el suyo. No, le contesto. El coche de adelante estaba sucio, y éste está limpio, brilla y huele bien, es agradable viajar en un coche limpio, habla bien del conductor, del respeto a los demás, del amor al prójimo. Sr, le digo: no me dijo a donde van: ¡ah, perdón! A la calle Ramón Falcón, frente a la plaza Flores
Fin de semana en la feria
Sábado, medio día con tiempo realmente agradable, el cielo totalmente
despejado y mucha gente en la calle disfrutando del sol, paseando en
familia . Estaba acomodando mis trabajos sobre la mesa y charlaba con
mi amiga, la del puesto de la izquierda que ya tenía sus artesanías
ordenadas y cebaba los primeros mates de la larga tarde que teníamos por delante. El puesto de mi derecha era para artesanos visitantes a la
feria, así , cada fin de semana conocíamos a alguien distinto. Ese día
llegó un hombre de unos cincuenta años, menudo, delgado, calvo. De ojos hundidos y mirada dura. Con tatuajes donde lo mires: rostro de Jesús y el nombre María en los brazos, cruces en las manos y hasta en la frente tenía una corona con espinas. Saca de su mochila cacharros de todo tipo muy bien hechos, era un buen ceramista. Todo seguía tranquilo hasta que ve en mi puesto una talla en madera que reproducía un macho cabrío sentado, con el tridente sostenido en su mano izquierda, yo lo había hecho tal cual Goya lo pintó en su cuadro ¨Aquelarre¨ donde está el macho cabrío sentado de frente y rodeado de las brujas que le rendían honores. Y éste hombre se puso furioso, me increpó de mal modo, diciéndome: porqué había hecho tal cosa , que estaba insultando a la gente que pasaba, que era el demonio mismo, que era un objeto satánico y cuantas cosas mas. Me pareció un acto patético y le pedí que se tranquilizara, que no era así para nada. Que sólo era un objeto artístico, donde sólo se pretendió realzar la elegancia de la pose y que el hecho de ser un macho cabrío no significaba nada, no tenía connotaciones morales ni religiosas. Y que de última la figura del diablo solo era un símbolo, usado por muchos
para no hacerse cargo de que la maldad sólo existe en la naturaleza humana. Bueno, después de esto no me habló más. Al día siguiente aprovechó que me había alejado un momento y según mi vecina este hombre destapa una botella y desparrama sobre mi puesto el contenido, supuestamente, agua bendita. Promediando la tarde se acerca un señor alto, vestido de negro, acompañado de una niña rubia hermosa llena de rulos y me pide permiso para levantar la escultura a la altura de sus ojos y la gira mientras la observa. Y dice: ¡Bellísimo¡ es igual al pintado por Goya en su cuadro ¨El Aquelarre¨ Hace poco visité el museo del Prado y quedé encantado con este personaje. ¿lo hizo ud? ¡ lo felicito ¡ ¿Cuál es el precio? . Lo llevo. Se lo estaba envolviendo para que se lo lleve, cuando veo a mi vecino con el rostro enrojecido que estaba guardando todas sus cosas y se fue sin saludar..
……faltaban todavía las mejores horas de ventas….
Sábado, medio día con tiempo realmente agradable, el cielo totalmente
despejado y mucha gente en la calle disfrutando del sol, paseando en
familia . Estaba acomodando mis trabajos sobre la mesa y charlaba con
mi amiga, la del puesto de la izquierda que ya tenía sus artesanías
ordenadas y cebaba los primeros mates de la larga tarde que teníamos por delante. El puesto de mi derecha era para artesanos visitantes a la
feria, así , cada fin de semana conocíamos a alguien distinto. Ese día
llegó un hombre de unos cincuenta años, menudo, delgado, calvo. De ojos hundidos y mirada dura. Con tatuajes donde lo mires: rostro de Jesús y el nombre María en los brazos, cruces en las manos y hasta en la frente tenía una corona con espinas. Saca de su mochila cacharros de todo tipo muy bien hechos, era un buen ceramista. Todo seguía tranquilo hasta que ve en mi puesto una talla en madera que reproducía un macho cabrío sentado, con el tridente sostenido en su mano izquierda, yo lo había hecho tal cual Goya lo pintó en su cuadro ¨Aquelarre¨ donde está el macho cabrío sentado de frente y rodeado de las brujas que le rendían honores. Y éste hombre se puso furioso, me increpó de mal modo, diciéndome: porqué había hecho tal cosa , que estaba insultando a la gente que pasaba, que era el demonio mismo, que era un objeto satánico y cuantas cosas mas. Me pareció un acto patético y le pedí que se tranquilizara, que no era así para nada. Que sólo era un objeto artístico, donde sólo se pretendió realzar la elegancia de la pose y que el hecho de ser un macho cabrío no significaba nada, no tenía connotaciones morales ni religiosas. Y que de última la figura del diablo solo era un símbolo, usado por muchos
para no hacerse cargo de que la maldad sólo existe en la naturaleza humana. Bueno, después de esto no me habló más. Al día siguiente aprovechó que me había alejado un momento y según mi vecina este hombre destapa una botella y desparrama sobre mi puesto el contenido, supuestamente, agua bendita. Promediando la tarde se acerca un señor alto, vestido de negro, acompañado de una niña rubia hermosa llena de rulos y me pide permiso para levantar la escultura a la altura de sus ojos y la gira mientras la observa. Y dice: ¡Bellísimo¡ es igual al pintado por Goya en su cuadro ¨El Aquelarre¨ Hace poco visité el museo del Prado y quedé encantado con este personaje. ¿lo hizo ud? ¡ lo felicito ¡ ¿Cuál es el precio? . Lo llevo. Se lo estaba envolviendo para que se lo lleve, cuando veo a mi vecino con el rostro enrojecido que estaba guardando todas sus cosas y se fue sin saludar..
……faltaban todavía las mejores horas de ventas….
“Mujeres”
El principio fue el ensordecedor sonido del mar. El imponente y soberbio rugido de las olas avalanzándose sobre las rocas. Gigantescas masas de agua se rompían al caer sobre las piedras, lanzando en todas direcciones blanca espuma, en un eterno duelo entre la playa y el mar. ¿ Que remoto y terrible encono habrá desencadenado semejante furia bestial y salvaje ?.
Por largo tiempo lo único que escuché era ese concierto marino, repitiéndose así mismo en un eterno y monótono ritmo alucinante y sometedor.
En algún punto, me imaginaba, nacía una ola, tal vez en una línea o en un círculo; luego crecía y de pronto, cuando alcanzaba su máximo crecimiento comenzaba a desmoronarse, se iniciaba su destrucción y al romperse finalmente se moría. Nada quedaba de ella, salvo su sustancia perdiéndose en el caos, buscando nacer de nuevo. Y así siempre, en un continuo nacer y morir; creación y destrucción, obedeciendo a secretas leyes de verdades eternas. ¿Y acaso todo lo demás no es igual ?
¿ Acaso todo no está sujeto a un permanente cambio ?. La rueda nunca quieta de la existencia en su constante giro de nacer, crecer y morir.
El calor del sol, mis párpados calientes y poco a poco fui volviendo en sí. Muy lentamente fui tomando conciencia del lugar donde me encontraba. A medida que mis ojos iban tomando las primeras impresiones, observé extrañado que estaba rodeado de altas y magníficas columnas de mármol, que formaban un amplio rectángulo abierto, sin techo, por donde podía observar el intenso celeste del cielo.
En mis oídos aún subsistían ecos, cada vez más lejano de aquel colosal concierto marino e iban incrementándose nuevos sonidos, habían voces y cantos, una música distinta, elaborada y armónica.
Me puse de pié y ¡ Oh, bendito espectáculo!, estaban ante mí las más bellas mujeres jamás soñadas. Hablaban entre ellas, de a dos, en grupos y otras cantaban. ¡ Que adorables criaturas, la expresión máxima de la creación divina. Miré a la más cercana, la noté serena y su mirada me transmitió una paz que nunca tuve. Otra, de igual belleza me sonreía y comprendí que me entendía sin que yo hablara.
Sentí de golpe que algo en mí moría para siempre, me sentía pleno, lleno de conocimientos jamás aprendidos, tomaba conciencia de verdades de una manera directa, sin el esfuerzo del razonamiento. Todo se me daba a la luz porque sí, sin buscarlo. No sentía el cuerpo pero lo tenía. Extrañé la antigua angustia de querer comprender, sin lograrlo nunca antes. Tal vez estaba muerto, no lo sabía. Una de ellas, me asombró su piel casi transparente, perfecta, me traía frutas en una fuente. Otra de rostro despejado se dirigió hacia mí, solo vestida con una túnica que dejaba adivinar todos los secretos de su bien formado cuerpo, me tomó las manos y me besó los labios…… ¡ Vamos, despierta querido!, reconocí la voz de mi esposa, tomé el café que me traía, acaricié sus manos y la besé con ganas.
El principio fue el ensordecedor sonido del mar. El imponente y soberbio rugido de las olas avalanzándose sobre las rocas. Gigantescas masas de agua se rompían al caer sobre las piedras, lanzando en todas direcciones blanca espuma, en un eterno duelo entre la playa y el mar. ¿ Que remoto y terrible encono habrá desencadenado semejante furia bestial y salvaje ?.
Por largo tiempo lo único que escuché era ese concierto marino, repitiéndose así mismo en un eterno y monótono ritmo alucinante y sometedor.
En algún punto, me imaginaba, nacía una ola, tal vez en una línea o en un círculo; luego crecía y de pronto, cuando alcanzaba su máximo crecimiento comenzaba a desmoronarse, se iniciaba su destrucción y al romperse finalmente se moría. Nada quedaba de ella, salvo su sustancia perdiéndose en el caos, buscando nacer de nuevo. Y así siempre, en un continuo nacer y morir; creación y destrucción, obedeciendo a secretas leyes de verdades eternas. ¿Y acaso todo lo demás no es igual ?
¿ Acaso todo no está sujeto a un permanente cambio ?. La rueda nunca quieta de la existencia en su constante giro de nacer, crecer y morir.
El calor del sol, mis párpados calientes y poco a poco fui volviendo en sí. Muy lentamente fui tomando conciencia del lugar donde me encontraba. A medida que mis ojos iban tomando las primeras impresiones, observé extrañado que estaba rodeado de altas y magníficas columnas de mármol, que formaban un amplio rectángulo abierto, sin techo, por donde podía observar el intenso celeste del cielo.
En mis oídos aún subsistían ecos, cada vez más lejano de aquel colosal concierto marino e iban incrementándose nuevos sonidos, habían voces y cantos, una música distinta, elaborada y armónica.
Me puse de pié y ¡ Oh, bendito espectáculo!, estaban ante mí las más bellas mujeres jamás soñadas. Hablaban entre ellas, de a dos, en grupos y otras cantaban. ¡ Que adorables criaturas, la expresión máxima de la creación divina. Miré a la más cercana, la noté serena y su mirada me transmitió una paz que nunca tuve. Otra, de igual belleza me sonreía y comprendí que me entendía sin que yo hablara.
Sentí de golpe que algo en mí moría para siempre, me sentía pleno, lleno de conocimientos jamás aprendidos, tomaba conciencia de verdades de una manera directa, sin el esfuerzo del razonamiento. Todo se me daba a la luz porque sí, sin buscarlo. No sentía el cuerpo pero lo tenía. Extrañé la antigua angustia de querer comprender, sin lograrlo nunca antes. Tal vez estaba muerto, no lo sabía. Una de ellas, me asombró su piel casi transparente, perfecta, me traía frutas en una fuente. Otra de rostro despejado se dirigió hacia mí, solo vestida con una túnica que dejaba adivinar todos los secretos de su bien formado cuerpo, me tomó las manos y me besó los labios…… ¡ Vamos, despierta querido!, reconocí la voz de mi esposa, tomé el café que me traía, acaricié sus manos y la besé con ganas.
viernes, 10 de agosto de 2007

"Hoy sorteo" Cuentos cortos de Raúl López Ruíz
Era el mediodía del viernes cuando tomé el colectivo que va al centro;
me senté al fondo como de costumbre y ahí nomás, a las pocas cuadras,
subió un vendedor ambulante. Parado delante de todos nos dijo: " Sres
pasajeros, muy buen día para todos ustedes......" Pero permítame dete-
nerme un poco en la descripción del mismo: impresionaba bien, de fina
estampa,delgado y elegante; su piel blanca contrastaba con el negro de
su pelo y de su ropa. Sus ojos tenían una mirada penetrantey su voz
era grave y profunda. Me extrañó la ausencia de bolso, morral o valija y
me pregunté: ¿que cosa vendería este personaje?. Ahora volvamos a su
discurso que seguía: ".....Hoy no es un día cualquiera. Todos ustedes
están aquí porque tienen algo en común: son deudores, pero no de dine-
ro, sino de algo mucho mas valioso. Le deben a otras personas, que en
algun caso es un familiar, en otros un amigo o vecino o a quien sea , una
disculpa, una explicación, tal vez son deudores de una palabra de aliento
, de una caricia, de un beso. Ya ustedes saben a que me refiero. ¡ Ah !
Perdón, me voy a presentar: ¡Soy el diablo y hoy sorteo entre ustedes
una muerte. Uno, sólo uno es el elegido, pero no se preocupen. El pre-
mio se efectivizará durante esta noche. Tengan un buen viaje y un muy buen
día para todos.
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